domingo, 17 de abril de 2011

Mr. M-d

Mr. Md. ha muerto hoy en la cama del hospital. Impresionaba, al entrar, la sensación de debilidad, a punto de ser tragado por el colchón y las sábanas. Piernas y brazos disminuidos hasta el límite, apenas la última musculatura necesaria para mover los dedos, lentamente. Ahora la cabeza parece demasiado grande otra vez, como al principio, pero es el final. El está sólo, supongo que triste, supongo que aterrado, desolado. Tiene 93 años, no cumplirá más(cual será nuestra cifra? importa poco).
    Me dice que fue soldado en Nimes, contra Hitler, hace más de sesenta años, y por como lo dice creo que no hizo nada, más importante, el resto de los días que le quedaban aún por vivir.  Yo le miro. A su alrededor todo se agita, es el hospital que vive, un poco ciegamente. Su tempo es distinto, tiene ya la mirada lenta con la que sólo se ve lo pasado, ajeno a todo. No puedo saber qué piensa, qué le parece haber luchado, matado. Ahora que todo es virtual, lejano, infantil. El estuvo allí, no me parece justo. Pienso también en los otros que ni siquiera sobrevivieron, es aún menos justo. La mediocridad, la cobardía, toda la pobreza en las almas a mi alrededor. La arrogancia de los sin coraje, malcriados por el egoísmo y la avaricia. Alejados de la belleza y la contemplación. Hastiados de imágenes vulgares y ruido, sobre todo ruido. Incapaces.
    Le doy las gracias por lo que hizo, fija en los míos sus ojos, apenas una pequeña mueca a modo de sonrisa y me marcho.